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Cataluña recibe cada año millones de turistas. Barcelona es el destino más visitado, pero la Costa Brava no se queda atrás. En cambio, hay un rincón del litoral de Girona poco conocido por los turistas que bien merece una visita.
Se encuentra en el extremo norte de la Costa Brava, donde las montañas de los Pirineos descienden abruptamente hasta encontrarse con el Mediterráneo. Allí se alza Portbou, un enclave tan marcado por la historia como por su frontera con Francia.
Situado a pocos minutos del país vecino, este municipio conserva en sus calles, en su estación ferroviaria y en su cementerio las huellas de un pasado de exilios, contrabando y tránsito internacional. Y, en cambio, pocos se acercan a conocerlo.
Lo curioso es que los franceses sí pasan a menudo por este pequeño pueblo de poco más de mil habitantes. Primero, atraídos por la estación de servicio que se encuentra nada más cruzar el paso fronterizo, donde la gasolina está más barata que en su país. Pero también por la conexión ferroviaria con los trenes españoles y por su playa.
Rincón estratégico
Hay razones para que lo hagan. Portbou es el primer municipio de Cataluña al cruzar la frontera desde Francia. Esta ubicación lo convirtió en un espacio de paso clave durante gran parte del siglo XX.
El carácter fronterizo se percibe todavía hoy en sus calles, donde se escuchan varias lenguas y conviven culturas diversas. Durante décadas, el tránsito de mercancías, personas y también contrabandistas convirtió a Portbou en un escenario de historias que marcaron la memoria colectiva.
La estación de tren
Uno de los símbolos más reconocibles de este pasado, peo también de Portbou, es su estación internacional. Inaugurada en 1929, fue concebida como un nudo ferroviario de primer nivel para conectar España con Francia y con el resto de Europa.
El diseño de la estación, con grandes andenes y una enorme marquesina metálica, refleja la modernidad de la época Su estructura es monumental y su aire nostálgico recuerda todavía los tiempos de mayor esplendor, cuando los trenes llegaban cargados de viajeros y mercancías que cruzaban la frontera. Ahora, apenas llegan media decena de trenes de pasajeros
Estación de tren de Portbou
En cambio, durante la Guerra Civil, la estación se convirtió en escenario de episodios dramáticos. Numerosos exiliados republicanos pasaron por allí rumbo a Francia, en busca de refugio.
Aún hoy es posible recorrer a pie algunos de los senderos utilizados entonces para huir y encontrar restos de antiguas torres de vigilancia y de los controles fronterizos.
El cementerio de Portbou
Otro de los espacios de mayor interés histórico en Portbou es su cementerio, situado en la ladera de la montaña y orientado hacia el mar y Francia. Un lugar, distribuido en varios niveles, que ofrece una de las panorámicas más singulares de la Costa Brava.
El camposanto está ligado a la figura del filósofo alemán Walter Benjamin. En 1940, huyendo del nazismo, el filósofo cruzó los Pirineos y llegó a Portbou. Ante la imposibilidad de continuar hacia el exilio y el temor a caer en manos franquistas, acabó con su vida en este lugar.
Homenaje a Benjamin
Su historia ha quedado inmortalizada en un memorial junto al cementerio, obra del artista Dani Karavan, que rinde homenaje a quienes sufrieron persecución y exilio en Europa durante el siglo XX.
Más allá de su estación y su cementerio, Portbou conserva otros elementos de interés. La iglesia de Santa María, de estilo neogótico, sorprende por sus dimensiones, desproporcionadas en relación con el tamaño del pueblo. En su interior alberga un órgano de grandes dimensiones y varios elementos litúrgicos de interés histórico.
Qué ver
El paseo marítimo concentra buena parte de la vida local. Allí se alinean algunos restaurantes que ofrecen pescado fresco y terrazas con vistas al mar. Desde este punto se accede a la playa Gran, una ensenada protegida por las montañas, de aguas limpias y tranquilas. Y, a pie de playa, se encuentra un histórico chiringuito que permanece abierto incluso en invierno.
Ya en las afueras, está el Coll dels Belitres, un mirador que permite contemplar la línea fronteriza y apreciar la posición estratégica de Portbou. Desde allí se divisan tanto las montañas que caen hacia el mar como el trazado ferroviario que conecta con Francia.
Rutas entre Francia y Cataluña
Pero hay más caminos. Portbou también forma parte de la red de caminos que enlazan con el Parque Natural del Cap de Creus.
Sus senderos permiten recorrer un entorno de acantilados, calas escondidas y vegetación mediterránea. Se trata de rutas que combinan naturaleza e historia, pues en muchos casos coinciden con antiguos caminos de contrabandistas o con las sendas utilizadas por los exiliados en la primera mitad del siglo XX.
Estación de Portbou
Quien se acerca hasta Francia, por ejemplo, se encuentra con dos rincones históricos. Por un lado, una antigua torre de vigilancia franquista y un recordatorio a los que caídos en la Guerra Civil. Por el otro, aún están las casetas de la antigua aduana.
Cómo llegar
Para conocer este pueblo histórico y crucial en la historia de Cataluña tiene dos opciones: acercarse en tren o en coche. En vehículo privado se tarda dos horas. Se toma la autopista AP-7 y se sale hacia Roses para enlazar con la carretera N-260 que llega directo.
Más largo es el viaje en tren, pero también más nostálgico y con una llegada más espectacular. Bajar del ferrocarril y toparse con esta monumental estación da una idea de lo que fue Portbou. Eso sí, se tarda tres horas en llegar.
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