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La belleza arquitectónica se une con la natural para dar como resultado uno de los pueblos más bonitos de España.

Hablar de rincones repletos de encanto y belleza en Huesca no es tarea difícil, ya que solo el entorno natural rodeado de las altísimas montañas de los Pirineos se presta a ello. En su entorno y algo más alejados hay pueblos preciosos que a veces caen en el olvido ante la imponente aura que desprende una de las cadenas montañosa más impresionantes de España. Es en estos lugares donde el pasado continúa intacto y la esencia medieval está más viva que nunca.
Entre todas esas villas y aldeas hay una que suele destacarse como la más bonita. Se encuentra entre enormes murallas medievales y en un entorno natural único de la comarca de Sobrarbe, en la confluencia de los ríos Ara y Cinca y bajo la Peña Montañesa. La Organización Mundial del Turismo (OMT) lo nombró el pasado año como uno de los mejores pueblos turísticos de 2024, tanto por su encanto histórico como por su atractivo natural.
Un pueblo de leyenda y con mucha historia
Se trata de Aínsa, cuya historia comienza con una leyenda. Se cuenta que en el siglo VIII, en mitad de una batalla entre cristianos y musulmanes, apareció de repente una cruz de fuego sobre una encina. Ensimismado y sintiendo que aquella aparición había sido para él, el rey García Ximénez guió a sus tropas cristianas hacia la victoria. Por este motivo, cada dos años se celebra la fiesta de La Morisma, en la que participan todos los vecinos vestidos de la época.

Más allá de este patrimonio inmaterial del que tanto presumen los ainsetanos, el pueblo rebosa interés y cultura. En 1965 su casco antiguo se declaró Conjunto Histórico-Artístico, y su atractivo desde entonces no ha hecho más que crecer. La Morisma se celebra en la plaza Mayor -el primer domingo de septiembre en los años pares-, un lugar que se cree que se originó entre los siglos XII y XIII. De ahí sus grandes dimensiones y el esplendor que representa.

En la plaza se pueden contemplar los restos de la primera muralla de Aínsa, además de sus coquetos porches coronados con arcos de medio punto bajo los que es posible degustar alguna de las delicias más exquisitas del Pirineo aragonés. Pero el núcleo del pueblo no está solo en la plaza, sino en dos vías que discurren de manera paralela y en las que destacan los edificios y monumentos más antiguos de la villa, la calle Mayor y la calle de Santa Cruz.
Arte y cultura por bandera
Muy próxima a esta zona se erige la iglesia de Santa María de Aínsa, construida entre finales del siglo XI y principios del XII. Se considera uno de los templos más curiosos de la comarca del Sobrarbe y emblema románico del Alto Aragón. En su claustro se unifican los estilos románico y gótico, dando como resultado un edificio muy singular y lleno de encanto. Su torre del siglo XI, además, contaba con una doble función, tanto para los actos religiosos como para los militares.

Aunque quizá lo que más llama la atención de Aínsa es su castillo fortaleza. Su parte más antigua data del siglo XI y se levantó sobre restos de otro templo árabe. Lo que se puede contemplar hoy son los muros que se construyeron en el siglo XVII. Para poder hacerlo se derribaron en torno a 70 casas. En la torre del Homenaje se encuentra actualmente el Ecomuseo Centro de Visitantes. Y en el patio de Armas se celebran el Festival de Música Castillo de Aínsa en julio y la Expo-feria de Sobrarbe en septiembre.

Un entorno espectacular para conocer a fondo la comarca

Nadie debería abandonar Aínsa sin antes degustar su comida típica, una de las mejores de España pero también de las más olvidadas. Solomillo de cerdo o de vaca, mollejas crujientes, migas o caracoles son algunos de sus platos más tradicionales que pueden probarse en los establecimientos más populares como Callizo Aínsa en plena plaza Mayor, Bodegón de Macallán que se ubica en una casa medieval del siglo XI o Casa Falceto con vistas a la montaña.
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