En 2009, un grupo de investigadores japoneses publicó un artículo en el que describía una nueva especie patogénica de hongo, encontrada por primera vez en una muestra del canal auditivo de una paciente del Hospital Geriátrico Metropolitano de Tokio. La llamaron Candida auris, combinación del género taxonómico al que pertenece y de la palabra latina para oído.
Apenas siete años después, en 2016, se detectó el primer gran brote en España. Su avance ha sido rápido, y hace pocas semanas el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades advertía de su expansión por todo el continente, tildándola de "seria amenaza para los pacientes y los sistemas sanitarios". Según ponía de manifiesto, el nuestro es de lejos el país más afectado.
"España fue de los primeros en detectar un gran brote"
"En Europa los casos han aumentado en los últimos años, y algunos países describen transmisión sostenida en ciertas regiones", confirma a 20minutos Ana Alastruey Izquierdo, investigadora del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII). "España fue de los primeros en detectar un gran brote (en Valencia, en 2016) y por eso acumula más casos históricos".
Ahora bien, aclara, "La foto hoy es diferente: la tendencia en España es estable o descendente, y fuera del área endémica en Valencia, lo que vemos son casos aislados o pequeños brotes que se contienen".
Y añade: "Desde el ISCIII se colabora estrechamente con las Comunidades Autónomas y con los hospitales, ofreciendo apoyo técnico y de referencia para la caracterización de cepas, el asesoramiento en el manejo de casos y la difusión de información a los profesionales sanitarios".
"El riesgo para la población general es bajo"
El nombre Candida hace referencia a un género de hongos unicelulares, conocidos por provocar micosis (infecciones por hongos en seres humanos) que en este caso reciben el nombre de candidiasis. Entre las distintas especies que lo componen, la de mayor relevancia clínica es Candida albicans, que es con diferencia la que más casos provoca.
Candida auris es mucho menos común, y afecta principalmente a pacientes inmunodeprimidos o con otras condiciones preexistentes. "Candidozyma (Candida) auris", cuenta a este medio Oscar Zaragoza, también investigador del ISCIII "es una levadura que puede vivir en la piel sin dar síntomas (colonización) pero que en personas vulnerables puede causar infecciones, sobre todo en sangre (candidemia), heridas o dispositivos médicos".
"El riesgo para la población general es bajo", prosigue, "y el problema se concentra en los hospitales. Se contrae principalmente por contacto en entornos sanitarios (con manos, superficies, equipos compartidos...) y afecta más a pacientes ingresados, sobre todo en la UCI y con estancias prolongadas, dispositivos invasivos (catéteres, respiradores), cirugía reciente o inmunodepresión".
"C. auris se adhiere y sobrevive en superficies y equipos médicos, y se aprovecha de situaciones propias del hospital", remarca. "Pacientes muy frágiles, procedimientos invasivos y material compartido. En ese contexto puede transmitirse si no se detecta y corta a tiempo; en la comunidad, sin esos factores, tiene mucho menos recorrido".
"Hoy conocemos el hongo y sabemos lo que funciona"
Respecto al rápido avance del virus, Alastruey indica que puede explicarse por la convergencia de varios factores: "Es de aparición relativamente reciente", incide la experta. "Al principio había poca información, había dificultades para identificarlo con las técnicas antiguas y ello se sumaba a la presión asistencial, por ejemplo, durante la pandemia".
No obstante, argumenta, "hoy conocemos mejor al hongo, lo detectamos antes y sabemos qué medidas funcionan. Hay motivos para estar alerta y para vigilarlo, pero no para la alarma social: el riesgo se concentra en los entornos sanitarios y existen herramientas eficaces para controlarlo si se aplican con rigor".
Concretamente, apostilla, "las medidas más efectivas son las que se centran en la detección precoz y en la actuación rápida ante los casos. En los hospitales se realiza el cribado de pacientes de riesgo, se aplican medidas de aislamiento y precauciones de contacto cuando es necesario, y se refuerzan la higiene de manos y la limpieza y desinfección de superficies y equipos con productos eficaces frente a C. auris. También es esencial mantener una buena comunicación entre los centros cuando se traslada a pacientes colonizados o infectados, para evitar su diseminación".
"Además", señala, "se ha reforzado la capacidad diagnóstica en los laboratorios y se trabaja en consolidar la vigilancia a nivel nacional. En este sentido, el nuevo Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN 2025-2027) incluye por primera vez los hongos, lo que supone un impulso importante para la prevención, la vigilancia y la investigación".
Y añade: "El ISCIII ha participado en la elaboración de guías y documentos de consenso, ha prestado asesoramiento técnico y ha contribuido a sensibilizar a los profesionales sanitarios mediante actividades de formación y difusión, mejorando la respuesta global frente a este patógeno".
"Los brotes pueden contenerse si se activan los protocolos"
"Cuando se detecta pronto y se activan los protocolos", agrega por su parte Zaragoza, "C. auris puede contenerse. En España vemos control estable, con casos aislados fuera del área endémica y brotes pequeños que se cortan".
"A corto plazo", sigue, "cabe esperar que los países que ahora están en fase de aumento refuercen vigilancia y control; donde ya se han consolidado las medidas, lo razonable es mantener una incidencia estable o descendente".
Además, afirma que C. albicans no es la única especie de preocupación, ni la única con la que existen riesgos importantes de resistencia a los fármacos: "En cuanto a otros hongos que deben vigilarse por su resistencia a los tratamientos antifúngicos, destacan Candida parapsilosis y Aspergillus fumigatus, ambos en aumento en los últimos años. De hecho, C. parapsilosis puede causar brotes de características muy similares a los de C. auris", concluye.