sábado, 1 de noviembre de 2025

Canal Gastronomia : La Plata: el bar de Barcelona que cumple 80 años con solo 4 platos (¡a 2,5 y 3,5 euros!)

 ElPeriodico


La familia Marjanet lo regenta sin interrupción desde hace ocho décadas, con el mismo camarero desde hace 53 años, tal vez el más veterano de Barcelona


Anna Marjanet tiene 71 años y algunos tatuajes. El imborrable son letras: 'Quan més donc, més tinc'. Es el lema del padre, Josep, Pepito, fundador con Joaquima Planas, Quimeta, la madre, de La Plata, que abrieron el 31 de octubre de 1945. Son 80 años, 80 años en la Barcelona del minuto y medio.

«El carisma de mi padre. Amaba a la gente», esa es la respuesta de Anna a la pregunta del secreto de la fortuna y las colas.

Anna se emociona al recordar a Pepito, que murió con 79 años, unas lágrimas elegantes y espontáneas.

Pepe Gómez, con la ensalada y los pescaditos de La Plata.

La mano del hijo, Roger Pascual Marjanet, se posa sobre la suya, a centímetros del tatuaje. Roger ha sido padre: Max tiene seis meses. La cuarta generación de plateros.

Las razones de la persistencia son variadas. Roger señala: «Los precios». Los precios son de otro tiempo, también históricos: el pincho de butifarra y el de anchoa, 2,50 euros; la ración de «pescadito» y la ensalada de tomate, cebollas y arbequinas, 3,50. Fin de la carta.

Ese es otro argumento para explicar el aguante: solo manejan cuatro platos, cuatro, lo que otorga regularidad y claridad, y exigencia en la compra.

¿El más nuevo? «La butifarra, hace 25 años», según Anna. Roger la corrige: «Hace años que dices 25 años». Interviene Pepe Gómez, camarero desde 1972: «Es de 1990 o de 1992».

La butifarra de La Plata.

1992: los JJOO partieron la vida de La Plata en dos. El barrio mudó de piel porque muchas empresas portuarias se trasladaron a la Zona Franca y desapareció esa clientela de almuerzos y mediodías y lingotazos.

Otra, menos regular, aunque masiva, la reemplazó. «El cliente de ahora le pega 20 vueltas al de antes. Es más simpático», dice el camarero 'duracel'. Los jóvenes, con menos poder adquisitivo, pero con mayor poder empático. Pepe bromea, suelta un vacile, es próximo y resolutivo. Lo acompaña Isaac en las labores de camaradería.

Nacido en 1957, Pepe es heredero del carisma de Pepito: «Todo lo que sé lo aprendí de él. Se me pegó todo. Era espléndido». Durante 14 meses, hizo la mili en Madrid: «Y cada mes me mandaba dinero».

Las anchoas de La Plata.

Vecinos de la calle Ample, su madre lo llevó a La Plata al saber que buscaban a «un chico para trabajar»: «Me dejó sentado en una silla».

Tenía 15 años: «Llevo 53 años como empleado. Me gustaría saber si soy el camarero con más antigüedad de Barcelona». Solo ha estado dos meses de baja, cuando con 24 años se roció las córneas con salfumán de forma accidental. «¿Jubilarme? ¡Si estoy mejor que nunca!».

Son ocho décadas sin interrupción de platería con la misma familia, pero ya despachaban vino –y sigue el vermut y el granel– desde mucho antes. Desconocen desde cuándo: la barra de mármol es el testigo más antiguo junto al suelo, que ha recibido millones de pisadas.

Los boquerones fritos de La Plata.

Pepito y Quimeta pagaron 34.000 pesetas por el traspaso. Vivían en el altillo junto a la hija mayor, Pepita: asomarse a la estancia mínima es comprender el sacrificio.

Al principio, Quimeta guisaba, «capipota, botifarra amb mongetes, bacallà a la llauna», enhebra Anna, pero una mañana de los años 60 tuvo una ocurrencia capital en la Boqueria: «¿Y si solo hacemos pescadito frito?». «Era listísima», dice la hija.

El comedor de La Plata.

Siempre pescado azul, ahora, boquerones, alguna vez, sardina, lo que los barcos de pesca dispongan. Ese fue el comienzo de la radicalidad o del esencialismo. Unían el nombre del establecimiento al plateado del 'peixet'.

La filosofía de Pepito, en palabras de Anna, era esta: «Le preguntaban: ‘¿Por qué no abres una sucursal?'. 'Ni máquina tragaperras ni tele, que coman rápido y se vayan'». La ley de plata del comercio.

Anna era secretaria de dirección, hablaba inglés, pero una emergencia familiar la metió en la cocina, embarazada.

Roger explica que entró por primera vez en el bar en la tripa de su madre: nació en noviembre de 1978 justo antes de que ella comenzara el turno tras ver un capítulo de Orzowei.

La entrada de La Plata.

Retirada después de tres décadas, de la cocina se hacen cargo María José, Marlene y Daisy, al mando de dos freidoras, una para las butifarras y la otra para los boquerones.

Anchoas de Lolín, que limpian una a una, así como los boquerones, rebozados con harina del horno Vilamala, que también proporciona el pan.

Butifarra de Carns Esca, del Mercat de Sant Antoni. Tomates de un payés de El Prat. Pido cifras: 40.000 filetes de anchoas al año y 18.000 kilos de pescadito.

Roger habla sobre la herencia: «Que lo que crearon los abuelos y consolidó mi madre se mantenga y que llegue a Max: mantener la esencia». Es la edad de oro de La Plata: 'Quan més donc, més tinc'.

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