Metropoli
El miedo ha entrado en los bares y restaurantes del barrio del Raval en Barcelona. Lo dicen con voz clara, pero con resignación, quienes llevan décadas levantando la persiana en el corazón del barrio.
“Yo nunca he tenido miedo, y ahora sí”, confiesa a Metrópoli la propietaria del bar restaurante O’Toxo Tres Hermanos, un negocio familiar de la calle del Carme que ha pasado de generación en generación. “Ya no vengo antes de las 07:00 ni después de las 23:30 horas”, añade.
"Espantan a la clientela"
Su testimonio refleja el sentimiento de muchos hosteleros del barrio, cada vez más preocupados por el aumento de la inseguridad y la presencia de drogodependientes y personas sintecho frente a sus locales.
“Mi hermano tuvo que llenar la calle de enfrente de lejía para que no se pusieran a drogarse ni a acampar ahí. Espantan a la clientela”, explica la trabajadora.
La medida, desesperada, no es un caso aislado: otros comerciantes del entorno admiten haber recurrido a “soluciones de supervivencia” para mantener despejada la puerta de sus negocios.
Clientes asustados y pérdidas económicas
En las últimas semanas, hosteleros y restauradores del Raval aseguran haber notado un repunte de episodios de incivismo: desde consumidores de drogas que cogen comida directamente de las mesas de los clientes, hasta peleas o escenas de consumo en plena vía pública.
“Hay estudiantes que vienen a comer y se asustan”, cuenta la dueña del O’Toxo, que teme que la situación acabe hundiendo el ambiente familiar del local.
Algunos propietarios apuntan que las obras en la Rambla han desplazado parte del problema hacia las calles adyacentes. “Lo que antes pasaba en la Rambla, ahora pasa aquí”, lamentan.
Sin respuestas efectivas
El sector hostelero reclama más presencia policial y medidas concretas para garantizar la convivencia. “Nos sentimos abandonados”, resumen varios dueños de bares y restaurantes del entorno, que aseguran haber trasladado su preocupación al Ayuntamiento sin obtener respuestas efectivas.
“La gente deja de venir porque no se siente segura. Y un bar vacío en el Raval es la puerta abierta al deterioro”, alerta otra trabajadora.
Quejas vecinales
Mientras tanto, los comeriantes siguen resistiendo, pero comparten quejas con los vecinos del Raval. Unos apenas pueden mantener sus negocios a flote y, los otros, no pueden vivir tranquilos en sus casas o en sus calles.
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