martes, 8 de abril de 2025

Descubren una grieta titánica bajo el suelo entre Arabia y Asia: un desgarro del pasado que sigue creciendo



La Tierra guarda bajo su superficie vestigios de un pasado geológico turbulento, y uno de ellos acaba de ser revelado con mayor precisión. Investigadores dirigidos por el geólogo Renas Koshnaw, del MIT y la Universidad de Miami, han confirmado la existencia de una grieta masiva que crece entre las placas arábiga y euroasiática. Esta fractura, lejos de ser reciente, está ligada al proceso de subducción de una antigua placa oceánica: el océano Neotetis, que existió hace millones de años entre los continentes de Gondwana y Laurasia.

Durante millones de años, los restos de esta placa oceánica han sido empujados hacia el manto terrestre, en un proceso geodinámico que sigue activo hoy. Pero ahora, gracias a datos sísmicos de alta resolución y modelos tectónicos avanzados, se ha detectado que la placa se está desgarrando en dos bajo la corteza terrestre.

El equipo ha identificado un área de ruptura que se inicia en el sureste de Turquía y se extiende en dirección sureste hacia el norte de Irak y el Zagros. Esta región se encuentra sobre una cuenca profunda llamada antepaís del Zagros, que se está hundiendo como consecuencia del “tirón” de la placa oceánica descendente.

“Lo que vemos es una separación clara entre la parte oceánica y la parte continental de la placa arábiga. Es como si una vieja cicatriz geológica se estuviera abriendo de nuevo”, afirma Koshnaw. La evidencia sugiere que el borde de la placa está colapsando hacia el manto, generando presiones laterales que pueden alterar todo el equilibrio de fuerzas tectónicas en la región.

“Esto podría cambiar la frecuencia e intensidad de los terremotos”

Este descubrimiento no solo es relevante desde el punto de vista científico, sino también desde la perspectiva del riesgo geológico. Turquía, Irak e Irán son regiones altamente sísmicas, situadas en una zona de colisión de placas. Si esta grieta continúa extendiéndose, podría modificar patrones sísmicos en zonas densamente pobladas.

“La fractura puede actuar como un disparador de tensiones, liberando energía acumulada o redistribuyéndola a lo largo de nuevas fallas activas. Esto podría cambiar la frecuencia y la intensidad de los terremotos en los próximos siglos”, explica el profesor Jean-Philippe Avouac, experto en geodinámica de Caltech, que ha seguido los estudios de Koshnaw.

Aunque el epicentro de esta fractura se sitúa bajo el sureste de Turquía, los efectos geológicos se extienden hacia el norte de Siria, el Kurdistán iraquí e incluso hacia las planicies del oeste iraní. En todas estas áreas, la actividad tectónica es compleja y mal comprendida, en parte debido a los conflictos que dificultan la instalación de estaciones de monitoreo sísmico modernas.

Este tipo de desgarros tectónicos también han sido observados en otras zonas del planeta, como el este de África (el Rift de Afar) o el suroeste del Pacífico, pero lo inusual del caso turco-iraquí es que se da en una región donde conviven restos de placas oceánicas, continentales y microplacas menores.

A medida que esta grieta continúe expandiéndose, es probable que se generen nuevos límites de placas. En el futuro geológico lejano, no se descarta que surja una nueva microplaca entre Arabia y Asia Menor, lo cual alteraría los mapas tectónicos tal y como los conocemos hoy.

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