sábado, 27 de diciembre de 2025

Canal Viajar : El pueblo de Zaragoza que casi nadie ubica y es la escapada secreta de esta Navidad

 Hoyaragon

Biel no es el típico pueblo que “se visita”. Biel es el pueblo al que se llega con una excusa —una ruta, una mañana de aire limpio, una foto del castillo— y del que uno se va hablando de comida como si acabara de descubrir un secreto.

Porque hay lugares donde la frase “más vale comprarle un traje que invitarle a comer” tiene sentido. Y luego está este rincón de las Cinco Villas donde, directamente, no cuadra: aquí se come mucho, se come bien y, para sorpresa de cualquiera que venga con precios de ciudad en la cabeza, se come barato.

Un pueblo mínimo… con mesa grande

Biel ronda los 167 habitantes, pero su “capacidad de convocar hambre” es bastante mayor. No hace falta que tenga grandes avenidas ni escaparates: le basta con lo de siempre —montaña, piedra, silencio— y con lo que nunca falla: cocina de verdad.

En cuanto llegas, el plan se dibuja solo. Primero, paseo corto. Un vistazo al perfil medieval. Un par de calles tranquilas. Y de pronto, la idea empieza a repetirse en voz alta: “¿Dónde se come aquí?”.

La cocina de montaña, sin maquillaje

Biel no cocina para impresionar a Instagram. Cocina para llenar. Para reconfortar. Para salir de la mesa con esa sensación de “me han cuidado”.

Aquí mandan tres palabras que en Aragón son religión: cuchara, brasa y raciónGuisos calientes de los que arreglan el día, migas aragonesas con lo que tienen que llevar: pan, grasa, sabor y alegría, embutidos sin postureo: longaniza, morcilla, chorizo… de los que huelen antes de verse. Y, por encima de todo, el clásico que nunca falla cuando el hambre viene de excursión: el ternasco asado.

Tierno por dentro, dorado por fuera, y con ese punto de horno lento que convierte un plato “de toda la vida” en el motivo real del viaje.

Si Biel está sonando cada vez más entre quienes disfrutan del buen comer, hay una razón que se pronuncia casi como recomendación inevitable: El Caserío de Biel, el restaurante de los hermanos Romeo.

No es el típico sitio que presume. Es el sitio que cumple: cocina honesta, platos generosos y esa sensación de que aquí el comensal no viene a “picar algo”, viene a comer de verdad.

Dos platos han disparado la fama del lugar. El ternasco asado, hecho como manda la tradición; y el canelón de jabalí con trufa, una combinación de monte y detalle que ha cosechado premios y, sobre todo, repetidores. Y sí: si tu escapada es de fin de semana, el consejo es tan simple como importante: reserva. Biel ya no es un secreto absoluto.

Comer y luego pasear: el plan perfecto (y al revés también)

Lo mejor de Biel es que no obliga a elegir entre “escapada de naturaleza” y “escapada gastronómica”. Te da las dos cosas sin pedir permiso.

Puedes subir al castillo, perderte entre ermitas y caminos, hacer una ruta breve por el monte… y volver a la mesa con la sensación de haber hecho algo redondo: paisaje, historia y comida.

Biel, el tipo de sitio que engancha

Biel no vende humo: vende tradición, producto y una forma de entender la cocina que se está perdiendo. Por eso engancha. Porque en un mundo de raciones minimalistas y cuentas maximalistas, encontrarte un pueblo donde la mesa sigue siendo grande es casi una noticia.

Y en Biel, la noticia se sirve caliente. Con cuchara. Y con ternasco.


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