viernes, 19 de diciembre de 2025

Canal Viajar : El minúsculo hotel de las Canarias que parece un barco varado Historia de Beatriz Jarauta •

National Geographic,


Cuando llegas a este rincón de las Islas Canarias, no te queda nada más que mirar y escuchar con atención. En el municipio de Frontera, en la isla de El Hierro, hay un edificio de piedra volcánica que parece un barco varado en mitad del océano; al cruzar su puerta, el viajero pisa “cubierta” y el rumor de las olas pone la banda sonora. Durante décadas fue señalado como el hotel más pequeño del planeta -una distinción registrada por el libro Guinness en los años 80-, pero su verdadero imán no es el récord: es la audacia de este histórico proyecto, una lengua de lava que se adentra en el océano, el crujido del viento al chocar con el basalto y esa intimidad tan cogedora. La sensación no es de lujo ostentoso, sino de pertenecer por un rato a un paisaje definido por la calma y la memoria. En 2018, además, fue declarado como Bien de Interés Cultural.

Desde hace meses, las credenciales se han multiplicado: el hotel luce una Llave Michelin 2025 -la guía señala hoteles con alma y una experiencia que de verdad suma- y acaba de entrar en Historic Hotels of Europe y en Boutique Hotel Club, dos sellos que apuntan a autenticidad y patrimonio. Y aunque el récord mundial más reciente lo ostenta hoy un microhotel alemán de 17,85 m², este rincón canario sigue siendo el “pequeñín” más célebre de España. Si queremos completar un viaje cargado de fuerza natural, nos vendría bien 

UN BARCO DE LAVA EN MITAD DEL OCÉANO

Se llama Hotel Puntagrande y está en la costa de El Hierro, en la localidad de Las Puntas, sobre un estrecho espigón de lava que se adentra en el mar. Tiene cuatro habitaciones y una suite, sin televisión: la idea es que la atmósfera la pongan los vientos, los roques y las mareas. La colección de placas de matrícula de barcos y un traje de buzo del XIX recuerdan que esta casa vivió del mar mucho antes de alojar viajeros. 

Su biografía es pura isla: nació como almacén portuario en 1830 -vino, higos, almendras, aguas del Pozo de la Salud-, fue discoteca en los 80, restaurante después y, por último, hotel. Desde 2018 lo dirige la familia Nahmias, que lo ha devuelto a su espíritu marinero con una hospitalidad resumida así: “visita como turista, permanece como invitado y parte como amigo”. En 2025 llegó la Llave Michelin, un gran respaldo internacional a su forma íntima de entender el descanso.

ACANTILADOS, MIRADORES Y CHARCOS

Su maravilloso entorno convierte cualquier paseo en postal: muy cerca esperan el Ecomuseo de Guinea y Lagartario, el Mirador de La Peña de César Manrique, el Charco de los Sargos o las Piscinas de La Maceta. En noches despejadas, la oscuridad de la zona regala uno de los cielos más limpios de Canarias; de día, los Roques de Salmor vigilan desde el norte como farallones mitológicos. 

Cuando la curiosidad nos pida ruta, aquí tenemos algunas opciones de derivas lentas: caminar por la costa norte, probar un queso herreño con vino de uvas verijadiego, acercarse al Pozo de la Salud -cuya fama curativa corre por la isla desde el XIX- o asomarnos a los miradores repartidos por la isla, entre volcanes y terrazas de cultivo.

DORMIR ESCUCHANDO MAREAS

La experiencia aquí es hacer poco y sentir mucho. Las habitaciones, vestidas con madera y piedra local, abren al Atlántico a través de portillas y balcones; la sala común huele a sal y a madera vieja. Y es que en un mundo de hoteles clónicos, este “hotelito” demuestra que la escala también cuenta historias.

 


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