martes, 4 de noviembre de 2025

Canal Viajar : La calle en la que mejor se come de Europa está en España: dicen que es “un festín culinario único en el mundo”

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En pleno corazón de La Rioja, la Calle Laurel es mucho más que una ruta de tapas. Es una tradición viva, un bullicio que huele a delicia y vino joven, y uno de los mayores tesoros culinarios de Europa.

El alma de Logroño se encuentra entre tapa y tapa.

Todo empezó a finales del siglo XIX, cuando las primeras tabernas de vino abrieron sus puertas en esta estrecha calle del casco antiguo de Logroño. Entonces era un rincón de paso junto al mercado y las posadas donde se alojaban comerciantes, pero pronto se convirtió en el lugar donde todo Logroño se reunía a charlar, brindar y picar algo.


Con los años, el vino de Rioja corrió por cada barra, y los bares fueron multiplicándose hasta formar lo que hoy es una leyenda gastronómica. En apenas 300 metros, la Calle Laurel concentra más de sesenta bares y tabernas, cada uno con su pincho estrella, su vino favorito y su propio carácter. Aquí no hay menús ni formalidades; se come de pie, entre risas, con una copa en la mano y un trozo de pan en la otra. ¿Quién necesita más?

Una calle que huele a pinchos, vino y amabilidad

A media tarde, cuando los fogones despiertan, Laurel se llena de un aroma que solo puede describirse como hogar. En el Bar Soriano, abierto desde 1972, los champiñones con gamba chisporrotean sobre la plancha. En el Blanco y Negro, los zorropitos (mini bocadillos rellenos de jamón y pimiento) se sirven como si fueran reliquias. Y a unos metros, El Muro, El Ángel o Sebas rebosan de conversación, copas tintineando y risas que ambientan la velada.

La calle donde las tapas son las protagonistas en Logroño.

Cada bar tiene su especialidad; brochetas de gambas, croquetas, cazuelitas de callos o pimientos de piquillo rellenos. Comer en Laurel es un recorrido sensorial difícil de encontrar en otro lugar; y de eso, en Viajar, entendemos.

De secreto local a mito europeo

Durante mucho tiempo, Laurel fue un secreto que solo los logroñeses compartían con los peregrinos del Camino de Santiago, que atraviesa el centro histórico de la ciudad. Pero el rumor traspasó fronteras. Hoy, viajeros de toda Europa llegan atraídos por lo mismo que los locales, ese milagro cotidiano de comer bien, sin pretensiones y con alegría.

Más que una calle, Laurel es un punto de encuentro. Los logroñeses la recorren como quien saluda a los amigos; bar a bar, pincho a pincho. Los fines de semana, vecinos, turistas y peregrinos se mezclan en un mismo bullicio. Y aunque la fama ha cruzado fronteras, Laurel sigue siendo fiel a sí misma. Y eso, en los tiempos que corren, vale más que cualquier Rioja (aunque no lo creáis).

Además de Laurel, las vecinas San Agustín y Travesía del Laurel completan el triángulo sagrado del tapeo logroñés. En conjunto, suman más de 80 locales donde se sirven desde los clásicos hasta propuestas modernas con sello riojano. Todo acompañado, claro, de un vino D.O. Ca. Rioja, que aquí no se bebe; ¡se celebra!

Un trozo de España que nunca pasa de moda

De día o de noche, con sol o bajo la lluvia, Laurel sigue igual que siempre; viva, cercana, irresistible. Sus adoquines guardan el eco de miles de pasos, sus bares el calor de generaciones, y su aire el olor a vino y alegría. Quien la pisa por primera vez suele prometer volver. Y es que hay calles que se recuerdan por lo que ves, pero Laurel se recuerda por lo que se siente.

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