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Descubre este fascinante y recóndito paraje rodeado de una belleza asombrosa, estupendo para explorar con la familia.

Es cierto que la llegada del otoño implica un descenso de las temperaturas y menos horas de Sol al día, pero lo compensa regalándonos unos paisajes con tonalidades cambiantes y llenos de atractivo. Un claro ejemplo de estos escenarios de ensueño lo encontramos en Cantabria, cuyos paisajes combinan una belleza apabullante, con la atmósfera de las montañas y un extenso patrimonio cultural.

Durante estas fechas, son casi inabarcables las actividades y experiencias que ofrece la región, con cantidad de pequeños pueblos en los que poder disfrutar de unos días de desconexión, valles llenos de magia (algunos de ellos de magia literal, habitados por hadas y ogros), y todo tipo de rutas de senderismo para profundizar en el territorio.
Una de estas rutas de senderismo, y quizás la más bonita de todas ellas, es la ruta del nacimiento del río Pisueña, un recorrido magnífico para hacer en familia que te llevará por rincones asombrosos.
Un croquis de la ruta
Con un recorrido circular de poco más de 6 kilómetros, y de una dificultad muy baja que la hace ideal para dar un agradable paseo con niños, otoño es verdaderamente la mejor época para hacer esta ruta, pues es cuando el río lleva más caudal y el bosque que lo rodea se ve más frondoso. Además, con este caudal más abundante, las cascadas que se reparten a lo largo del río ofrecen un espectáculo maravilloso.

El punto de partida de la ruta se encuentra en el aparcamiento de la ermita de las Nieves, perteneciente al municipio de Selaya. Al tratarse de un aparcamiento con espacio para no más de cinco coches, es recomendable llegar lo más temprano posible para poder encontrar un buen sitio.
Partiendo desde la ermita, la ruta desciende de forma suave, con un camino bien definido que avanza paralelo al río, y que de seguida queda rodeado por bosques de ribera y las típicas cabañas pasiegas. En este tramo hay que ir con cuidado, porque es posible encontrarse con ganado.
A medida que avanza, el sendero se encuentra con el río en algunos puntos, con pozas de agua transparente y puentes de madera con los que cruzar el río, y que ofrecen unas vistas únicas del río y su entorno.

Siguiendo las indicaciones del camino, el murmullo del río se va volviendo cada vez más fuerte, indicando la cercanía de uno de los puntos más imponentes del recorrido: las cascadas y saltos de agua que se deslizan por rocas cubiertas de musgo y rodeadas por un frondoso hayedo, creando un escenario de cuento, ideal para descansar y hacer algunas fotos.
Es un poco más adelante que por fin se da a conocer el nacimiento del río Pisueña, con un entorno lleno de vida donde el agua surge sin cesar de la tierra, creando un ambiente fresco y lleno de energía. Es aquí donde la ruta da media vuelta para regresar a la ermita de las Nieves, con pequeñas variaciones en el recorrido que ofrecen unas vistas del valle más abiertas, y con cabañas pasiegas decorando las laderas de las montañas.

La aventura nos espera
Con un desnivel de 180 metros y una distancia idónea, esta ruta puede ser una divertida aventura si se hace con niños; los puentes, los saltos de agua, los bosques que parecen sacados de un cuento, … todo esto la convierten en una oportunidad para que los más pequeños se lo pasen en grande a la vez que descubren el entorno.
Las familias con perro no deben sufrir, pues, siempre que vaya atado y se sea responsable con el entorno, estos fieles compañeros pueden ser uno más en la aventura. Además, aunque la fauna salvaje del lugar es de naturaleza huidiza, con un poco de suerte se pueden ver algún zorro o corzo, así como aves rapaces sobrevolando los bosques.

Los alrededores del punto de inicio de la ruta son muy rurales, por lo que, para poder disfrutar de una buena comida una vez terminada la ruta, hay que desplazarse hasta alguno de los pueblos más cercanos, como Selaya o Vega de Pas. Allí se pueden encontrar excelentes opciones para disfrutar de la gastronomía local, como el cocido montañés o las carnes de pasto a la brasa. Para un toque dulce, el sobao y la quesada pasiega son los reyes del lugar.
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