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Una villa blanca junto a un gran embalse celebra cada 31 de octubre una tradición ancestral que convierte los melones en faroles para proteger los hogares de los espíritus errantes.
En lo alto de una colina coronada por un castillo nazarí y rodeada por el embalse más grande de Andalucía, se encuentra Iznájar (Córdoba), un pueblo mágico blanco que cada otoño se transforma en un espectáculo de luces y leyendas. El último día de octubre, vecinos y visitantes se reúnen para celebrar una tradición única en España: la Concentración y Pasacalles de Farolillos de Melón.
A las 17:00 horas, la Plaza de Abastos se llena de vida con una chocolatada solidaria, y a las 18:00 horas arranca un desfile luminoso que serpentea por el casco antiguo hasta el castillo. Cada farolillo, tallado con mimo en un melón, simboliza la unión entre memoria, creatividad y espíritu festivo.
¿Dónde está Iznájar y por qué es tan especial?
Iznájar está situado en el centro de Andalucía, en el extremo sur de la provincia de Córdoba, lindando con Málaga y Granada. Desde su castillo nazarí, del siglo VIII, se contemplan unas vistas privilegiadas sobre el embalse de Iznájar, conocido como “el lago de Andalucía”.
Su ubicación estratégica y su entramado de calles empinadas y casas encaladas lo convierten en uno de los pueblos más fotogénicos de la Subbética cordobesa.

¿Cuál es el origen de los farolillos de melón de Iznájar?
Esta tradición hunde sus raíces en el mundo rural andaluz. Los etnólogos locales explican que los melones pequeños y menos maduros, llamados “zocatos”, se vaciaban para hacer faroles que los niños utilizaban al caer la noche.
Con el paso de los años, estos farolillos pasaron a colocarse en ventanas, rejas y puertas durante el Día de Todos los Santos, como amuletos de luz para alejar a las almas errantes y proteger los hogares.
¿Cómo se hace un farolillo de melón?
Elaborar un farolillo es sencillo y muy simbólico. Se corta la parte superior del melón, se vacía y se tallan formas decorativas (ojos, bocas o dibujos) en la cáscara. Luego se coloca dentro una vela o mariposa de aceite y se ata una cuerda para colgarlo.

El resultado es un melón iluminado desde dentro, que alumbra la noche del 31 de octubre y convierte las calles de Iznájar en un festival de luces verdes, naranjas y doradas.
¿Qué relación tiene con Halloween o Todos los Santos?
Aunque pueda recordar a las calabazas de Halloween, esta costumbre es mucho más antigua y completamente autóctona.
Los farolillos de melón representan la versión andaluza de una tradición ancestral, ligada al culto a los difuntos y a la luz como símbolo de protección. Cada 31 de octubre, la villa celebra un pasacalles con decenas de melones tallados, acompañado de música, chocolatada y una visita final al castillo.

Más allá de esta fiesta, Iznájar invita a pasear por sus miradores y callejones floridos del Barrio de la Villa, visitar el Castillo de Hisn Ashar, la Ermita de la Antigua, o disfrutar de deportes náuticos y playas interiores en su embalse.
Su entorno natural y su autenticidad lo han convertido en uno de los Pueblos Mágicos de España, donde cada rincón respira historia, agua y luz.
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