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Cada noviembre, Michoacán se viste de flores de cempasúchil para guiar a las almas de regreso a casa entre volcanes y comunidades donde los oficios artesanales preservan la identidad purépecha. Los estudiantes de Morelia levantan altares monumentales en plazas y facultades, hay concursos de catrinas en cada pueblo y el lago de Pátzcuaro se ilumina con miles de velas. La vida y la muerte conviven en una tradición reconocida por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, haciendo de este estado un lugar privilegiado para sumirse en la esencia más espiritual de México. .

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