Soy una obsesionada de descubrir pueblos pesqueros y siempre que puedo, viajo hacia el mar. En mi búsqueda incansable me topé con una de las localidades más desconocidas de España, pegadita al océano y olvidada del tiempo. Está en Almería y se quedó anclado en el pasado, ahí radica su magia.
Se llama Las Negras y aún conserva toda su esencia de antaño, lejos del turismo masivo y de las grandes empresas hoteleras. Aquí no encontrarás enormes alojamientos, paseos marítimos repletos de extranjeros ni tiendas de souvenirs. Lo que sí verás son casas encaladas de color blanco mirando al mar, barcas descascarilladas traqueteando en las olas y un aroma a salitre que lo invade todo.
Oculto en mitad del Cabo de Gata, lo primero que llama la atención son sus edificios blancos entre montañas rojas. Sus calles estrechas son testigos mudos del paso del tiempo, todas ellas repletas de macetas con cactus, palmeras y buganvillas que decoran cada rincón. Todas ellas te conducen hacia su playa negra de arena volcánica, una preciosidad de aguas turquesas.
Pasear por Las Negras, por su muelle repleto de bares para tomar algo mirando al mar y por su costa es una experiencia de desconexión de las que casi ya no quedan en España. Tiene un mercado artesanal muy curioso y entretenido, fotos dignas de postal vintage en cada esquina y un ambiente local muy cercano y hospitalario. Es el mejor.
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