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Un fino hilo color esmeralda desciende en forma de acequia por una de las empinadas calles del pueblo de Aracena, en la sierra homónima de Huelva. El sonido acuático del antiguo lavadero reduce el calor de este asfixiante día de julio, algo parece susurrar entre las calles blancas y la gente se aglutina en el centro del pueblo esperando para hacerle cosquillas a la Tierra.
Considerado como el primer Lugar de Interés Turístico de Andalucía en 2017, la Gruta de las Maravillas permite un acceso único desde la calle Pozo de la Nueve situada junto a la Plaza de San Pedro, en el propio interior de Aracena. Un secreto de más de 2100 metros de recorrido pero solo 1200 metros de ruta transitable que evoca una de las gemas del turismo subterráneo más fascinantes de España.
Gruta de las Maravillas: el tesoro bajo el castillo
Según las fuentes, existen dos teorías acerca del descubrimiento de la Gruta de las Maravillas: la primera sostiene que fue hallada de forma accidental al excavar en la mina del cerro, mientras que otra apunta al célebre pastor Tío Blas como descubridor mientras buscaba a una res extraviada.
Son muchas las historias y rumores que hinchan las entrañas del Castillo de Aracena, antigua fortaleza andalusí bajo cuyas faldas suspira una Gruta de las Maravilla abierta al público en 1914 y convertida en lugar de recepción para dirigentes como Alfonso XIII en 1915 y 1929.
A través de tres niveles entrelazados por túneles de cuento, azules que solo existen aquí y formaciones cuyas siluetas inspiran tantos vocablos como trampantojos, la Gruta de las Maravillas invita a circular a través de un recorrido bajo temperaturas que bailan entre los 16ºC y los 9ºC y una humedad que rara vez desciende del 98%. Un festín de estalactitas, estalagmitas, columnas y coladas nacidas de la erosión de las aguas sobre las rocas calizas del cerro del Castillo, un proceso que, según el guía, se ha ralentizado en los últimos años como efecto del cambio climático.
Uno de los aspectos por los que destaca la gruta es por la presencia de grandes cuerpos de agua turquesa –como es el caso del Salón del Gran Lago– que recuerdan vagamente a una versión onubense de los cenotes. El perfecto hilo conductor durante un recorrido que atraviesa escenarios oníricos que simulan medusas, cortinas, spas subterráneos y hasta falos rocosos.
Como consejo, sí recomiendo visitar la gruta con calzado antideslizante, ya que la humedad provoca que algunas de las escaleras o descensos sean bastante resbaladizos, aunque existen barandillas para agarrarse. Lo comprobarás al descender del Salón de la Entrada a través de la escalera, mientras penetras en la fascinante Sala de las Conchas, breves galerías que incitan a inclinar la cabeza, o grandes iconos de la gruta como la Sala de los Brillantes.
Levantar la mirada hacia La Catedral –en el segundo nivel, donde podemos apreciar las columnas más grandes–, la red de galerías del tercer nivel que incluye La Palmatoria-Marmita de los Gigantes; las banderolas de la Sala de la Esmeralda o La Cristalería de Dios, una de las más espectaculares. A su vez, la ruta finaliza en el Salón de los Desnudos, donde lucen diversas formaciones que recuerdan a órganos sexuales y personas desnudas.
Aunque es posible comprar las entradas en la taquilla de la calle Pozo de las Nieves, recomiendo hacer la reserva con antelación a través de la página web oficial para así asegurarte la visita y no quedarte sin la oportunidad de conocer la gruta. En función de la hora de entrada, siempre puedes aprovechar para descubrir un pueblo de Aracena de lo más coqueto.
El kilómetro cero de la sierra engloba desde la visita obligada al Castillo y la Iglesia Prioral de estilo gótico-mudéjar de Nuestra Señora del Mayor Dolor, construida entre los siglos XIII al XV, hasta las ermitas mudéjares o las iglesias parroquiales de la Asunción y del Carmen, ambas ejemplos de la arquitectura popular serrana del arquitecto Aníbal González.
Además, Aracena supone un oasis gastronómico y sensorial único, ya que tampoco puedes perderte su Museo del Jamón, la belleza panorámica de sus tapices de robles y alcornoques lamiendo la sierra, o las cercanas Minas de Riotinto, objeto de estudio para la propia NASA y acuarela narrativa de una herencia minera que suspira para liberar nuevos secretos, lugares e incluso otras serendipias azules que encontramos en pueblos cercanos como Cañaveral de León.

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