Las emisiones de gases producidas durante las erupciones volcánicas pueden suponer importantes efectos para el entorno en el que tienen lugar. Más información: ¿Está España preparada en caso de tsunami? Sólo un lugar de la Península sobreviviría
Desastres naturales
Erupciones volcánicas, terremotos, deslizamientos, impactos de meteorito y otros eventos; son muchos los desastres naturales a los que la Tierra se expone cada día. Y es que pese a que, en un primer momento, la temática podría llevarle pensar que no existe ninguna relación entre estos acontecimientos y la idea central de este vertical, nada más lejos de la realidad.
Los volcanes, por ejemplo, se pueden conectar con el cambio climático debido al dióxido de carbono que emiten durante la erupción. Lo que, sumado a otros gases como el dióxido de azufre, "afecta al clima dando lugar a breves periodos en los que puede bajar la temperatura al actuar como una especie de barrera en la que hace que se refleja la radicación solar".
Esto, dice Calvo, fue lo que ocurrió en Indonesia en 1815 como consecuencia de la erupción del Tambora. En aquella ocasión, tal fue la cantidad de materiales emitidos a la atmósfera que el curso siguiente pasaría a la historia como "el año sin verano", fruto de la bajada de temperaturas. Aunque, matiza, "estos efectos fueron temporales".
Erupciones volcánicas
En el momento de la erupción, cuenta la experta, los volcanes pueden emitir multitud de gases. Entre ellos, destaca el dióxido de carbono, el de azufre y el ácido sulfhídrico.
Aunque, añade, lo que realmente puede marcar la diferencia en el impacto medioambiental es la altitud que estos alcanzan. Cuanto más arriba lleguen, señala, más fácil será que las corrientes atmosféricas los transporten hasta lugares lejanos, ampliando así sus efectos.
Y es que, pese a que el dióxido de carbono puede hacer que varíen de manera puntual las temperaturas globales, es el dióxido de azufre el que más impacto puede tener. Pero, asegura la geóloga, "los gases emitidos rara vez van a permanecer mucho tiempo en la atmósfera".
El dióxido de azufre, además, puede llegar a convertirse en ácido sulfúrico al entrar contacto con la atmósfera, siempre y cuando las condiciones sean las adecuadas. Esto, cuenta Calvo, da lugar a lluvias ácidas, que "resultan muy perjudiciales para la vegetación y para los suelos", ya que "producen numerosos daños e impiden que pueda desarrollarse bien la vida".
Aunque, continúa la geóloga, estos eventos tienen un "efecto limitado" en el lugar en el que se producen. Por ese motivo, pese a su impacto en el entorno, la extinción de una especie no es fruto de estos desastres, sino de "una combinación de muchos factores". Esto podría ser el impacto de un meteorito con erupciones volcánicas al mismo tiempo.
Porque, explica Calvo, esto se justifica con que haya "especies que no puedan sobrevivir a estos cambios". Lo que, dice, ya ocurrió hace 250 millones de años, cuando se produjo una extinción masiva en la que desaparecieron cerca del 81% los animales marinos y el 70% de los terrestres.
Lagos explosivos
Se trata, según la geóloga, de "un fenómeno particularmente mortal, ya que el dióxido de carbono es un gas muy denso que permanece cercano a superficie, ahogando todo aquello que encuentra a su paso".
Además de las erupciones más típicas de un volcán, como podría ser la expulsión de fragmentos rocosos, cenizas o lava, existen otras. Ejemplo de ello son las erupciones límnicas que se pueden dar en determinados lagos.
En estos casos, explica Calvo, "se va acumulando dióxido de carbono en las aguas profundas debido, normalmente, a procesos volcánicos o a la descomposición de la materia orgánica que este contiene".
Durante ese tiempo, permanece disuelto, pero cuando alcanza un límite se comienzan a formar burbujas que hacen que ese gas "sea expulsado de manera brusca y repentina".
Movimientos sísmicos
La vinculación de los terremotos con la crisis climática es algo menor, por no decir inexistente. Porque, como indica Calvo, pese a que existen estudios que los relacionan con "determinados fenómenos estacionales", se trata de algo "casi anecdótico". Y asegura que "resulta prácticamente imposible relacionar esa liberación repentina de energía con el calentamiento global o con sus efectos".
Sin embargo, aunque sus causas no se pueden conectar con el cambio climático, sus impactos sí afectan al entorno en el que ocurren. De hecho, hace más de dos mil años, explica en su última publicación, una ciudad costera griega desapareció tras un terremoto.
El motivo, señala, es su cercanía a la costa, haciendo que estas regiones sean "especialmente vulnerables" a la bajada y posterior subida del nivel del mar. Porque, añade, estos eventos "suelen ir acompañados de tsunamis" que puede llegar a países situados a miles de kilómetros debido a "la facilidad con la que la energía se transmite".
En ese sentido, Calvo resalta Indonesia como "una de las zonas con mayor actividad sísmica y volcánica de todo el mundo". Y es que, dice, se encuentra en el llamado Cinturón de Fuego del Pacífico, donde se sitúan gran parte de las placas tectónicas del planeta.
Deslizamientos de tierra
Por otro lado, se encuentran los deslizamientos de tierra que, dice Calvo, "casi nunca se pueden asociar a una única causa". Y añade: "Suelen producirse debido a una combinación de varios factores que hacer que el suelo se vuelva inestable".
Estos eventos, cuenta, son habituales en "regiones de mucho relieve o inclinación, como las laderas de las montañas y las colinas, aunque también se pueden dar en zonas menos escarpadas". Y aquí es donde entra el papel del cambio climático, porque "las lluvias, las nevadas o los propios terremotos también pueden desencadenar deslizamientos".
Sus efectos, además, pese a ser "puntuales", estando generalmente restringidos a la zona donde ha tenido lugar, pueden afectar a los cauces de los ríos o a las poblaciones, obligando a cambiar el ritmo de vida.
De hecho, asegura Calvo, el ser humano es también uno de los responsables de estos acontecimientos, ya que "estamos constantemente modificando una porción de la superficie de la Tierra".
Puntos vulnerables
Existe una zona en el océano Pacífico, con forma de herradura, en la que unos fragmentos de la corteza terrestre se introducen lentamente bajo otros. Esta región, explica Calvo, se conoce como Cinturón de Fuego —que ya mencionamos párrafos atrás—.
Se trata, dice, de un territorio en el que se acumula gran cantidad de energía en forma de terremotos. Y donde, además, hay centenares de volcanes repartidos en esas "especies de costuras de nuestro planeta".
En lo que respecta a España, la zona volcánica activa más relevante son las islas Canarias. Pero, matiza la geóloga, "en el pasado han tenido lugar erupciones en otros puntos de la península", como en La Garrotxa en Cataluña o el Campo de Calatrava en Castilla-La Mancha.
En la parte sur del país, que coincide con la parte norte del continente africano, entran en contacto las microplacas ibérica, de Alborán y la placa de África, haciendo de la zona un territorio vulnerable. En la parte norte de España, además, se pueden generar bastantes terremotos en la región norte —en los Pirineos— donde colisionaron la microplaca ibérica con la euroasiática.